domingo, 27 de septiembre de 2009

ARTÍCULO: Rompiendo los límites con el yoga

En octubre yoga como actividad y como formación
Clases matinales: lunes y miércoles de 9:15 a 10:15
Clases de tarde: martes y jueves de 18:00 a 19:15
Inicio de la formación de profesores: 3 y 4 de octubre

Siglo XXI, prolegómenos de una era llamada por algunos «Era de acuario», un momento en la historia de la humanidad en el que muchos han puesto esperanzas en resolver las crisis profundas que afectan al ser humano.
Estas crisis, estos problemas de espiritualidad, no carecen de sentido en una tendencia materialista que ha condicionado los avances cognitivos de las personas en una dirección muy determinada.
El hacinamiento de las ciudades, la proliferación de enfermedades de tipo autoinmune, el desarrollo de sistemas de producción irrespetuosos con el medio y con las personas, nos muestra una tendencia en lo humano que, con toda frialdad, podríamos catalogar de suicida.
¿Qué está pasando? ¿Cómo pretendemos abordar la entrada en una era de la que pretendemos tanto, sin hacer la labor de traer al presente los principios que deben dar lugar a ese cambio?
Las antiguas culturas anticiparon algunos de estos problemas dada la evolución y las tendencias que las personas mostraban en su convivencia y en el desarrollo de sus hábitos de comodidad y modificación de la naturaleza.
Quizá nos hayamos extraviado o quizá este sea nuestro real destino. Pero a poco que dispongamos de un momento de profunda reflexión como el que nos proporcionan los antiguos sistemas psicofísicos, podremos vislumbrar un potencial subdesarrollado en nuestro interior. Una flor pendiente de florecer a la luz de nuestra esperanza para dar nuevos perfumes y colores a una situación cada vez más gris y maloliente.
En los Yoga Sutras de Patanjali, un clásico de la literatura yóguica del siglo III antes de Cristo, se cita que la transformación de una clase, especie, o tipo en otra se realiza por el desbordamiento de la tendencias naturales o potencialidades.

¿Cuales son nuestras reales potencialidades?
Debemos dudar de todas aquellas que nos están provocando tal desasosiego vital, tal excentricidad de lo justo, tal perversión de los ritmos naturales. Debemos confiar en que, lejos de cualquier mensaje que nos transmitan en el contexto racional, nuestra intuición nos habla, nos está diciendo algo.
La práctica de algunas formas de yoga se caracteriza por provocar transformaciones en las personas que profundizan en su estudio.
Lejos de una forma de misticismo final o de un sistema sectario de condicionamiento anacrónico, el yoga resulta ser un modelo de coherencia en la profundización del ser humano a través de prácticas corporales y mentales. Practican yoga aquellos que vislumbran una necesidad de transformación y es, sin duda, a través de esta práctica, cuando descubren que la real transformación no es más que el desarrollo de un real autoconocimiento y una coherencia vital con respecto a lo que realmente somos.
Las grandes dificultades con las que el ser humano se encuentra son su propia incredulidad respecto a su esencia. El daño recibido en el segmento del espíritu desde las luchas religiosas impositivas o incoherentes o la dicotomía entre ciencia y religión, ha dejado un terreno de difícil abono para el abordaje de la comprensión de la real espiritualidad.
Centrar la espiritualidad del hombre en una batalla entre la ciencia y la religión es establecer enfoques limitados para abordar elementos puramente experienciales en los que, en ningún caso, deberían estar sujetos a dogmas, doctrinas sectarias o experimentos científicos.
¿Es el yoga una ciencia o una religión? En ambos casos erramos al situar la cuestión dentro de este margen de polaridades. El yoga es una vía como muchas otras plagada de instrucciones y propuestas para que el ser se anteponga al personaje. Instrucciones transmitidas desde el principio de la humanidad fruto de la más intensa experiencia para mostrarnos nuestras estructuras de pensamiento, para demostrarnos nuestra unicidad y ayudarnos a expresar nuestros potenciales de transformación evolutiva.
Evolucionamos sin duda, pero la dirección de esa evolución contrasta con el desequilibrio social que se va produciendo a medida que el avance se expande. Quizá hemos dejado de lado el contacto real con nuestro espíritu para intuir, desde el corazón y desde nuestra real naturaleza, hacia dónde debemos dirigirnos.
El yoga nos enseña a adentrarnos en nosotros. Nos enseña cómo nuestra mente ha transformado la forma natural de respirar y cómo eso nos afecta de retorno al pensamiento. Nos muestra las dificultades que nuestro cuerpo expresa fruto de la exteriorización material de las propias dificultades interiores que nos impiden el autoconocimiento. A través del Yoga renacemos en la experiencia de sentir, de ser realmente, de presenciar desde nosotros la evolución de lo que somos, no desde el personaje que nuestra mente influenciada ha creado para su propio placer.
El destino del ser humano pasa inevitablemente por hacer las paces con su espiritualidad sin deshojar margaritas pintadas de paradigmas o de dogmas, tan sólo desde el encuentro y unión con su inicio real, con los principios que, año tras año, se han ido reprimiendo para adaptarse a las necesidades de la ficción en la que vivimos.
Desde esta perspectiva, yoga es realidad, es desvelar las ilusiones que transforman nuestra evolución en involución, es reencontrarnos con la paz y la serenidad de una mente sin pasiones extremas ni depresiones colaterales. Podemos amar, desear, vivir, ser felices sin que por ello debamos renunciar a nuestro reencuentro.
Trabajar con el cuerpo, con la respiración, con los sentidos interiores y las emanaciones mentales nos permite comprender, más allá de cualquier mensaje impuesto, hasta dónde podemos llegar.
Sin duda, nosotros establecemos nuestros propios límites.

Kan Li